La destrucción que sufre la naturaleza
no es una coincidencia, una casualidad: es una estrategia política,
una necesidad del capitalismo, para mantener un sistema económico
productivista y basado en el consumo exacerbado. Ante una realidad de
hechos tan escalofriantes como el calentamiento global, la sobre
industrialización, la sobre producción de infraestructuras, y la
lejanía que nuestra sociedad tiene hacia la naturaleza, tenemos dos
caminos: el individual y el colectivo. La lucha colectiva pasa por un
cambio profundo, que englobe a la organización de sectores sociales
comprometidos con el problema y deseen cambiarlo y zanjar ese
problema; la lucha individual pasa por meras actuaciones de uno mismo
que aportan un mísero granito de arena pero necesario para crear
conciencia social respecto al problema.
Llevar un estilo de vida vegetariano,
teniendo en cuenta que más de la mitad de la producción agrícola
mundial va destinada al engorde de animales hacinados en granjas
intensivas, cuya incidencia en la contaminación del planeta es mayor
que la de los transportes, es ya un paso. Un paso mínimo teniendo en
cuenta que los animales y el mundo siguen agonizando, pero necesario
para crear esa base de conciencia y ejemplo. Muchos son veganos más por cuestión política que moral,
puesto que el comercio de la carne hoy día supone lo que es:
hambrunas en el tercer mundo, contaminación directa e indirecta,
deforestación, consumo excesivo de agua, etc...
Los que conformamos la resistencia,
presentamos siempre problemas de incoherencia: “¿qué eres
comunista y llevas unas zapatillas nike?”. Teniendo en cuenta
que pretendemos cambiar este mundo, darle la vuelta por completo, no
debemos sentirnos moralmente inferiores por no ser “correctos” de
acuerdo a nuestras ideas, ya que es imposible vivir al margen del
capitalismo cuando todo, absolutamente todo, está mercantilizado.
Pero sí que nos sirve como ejemplo y como forma de hacernos sentir
que conseguimos pequeñas victorias. Y lo mejor: que concienciamos a
los demás con nuestro ejemplo.
El vegetarianismo se topa aquí con
esta cuestión: no es una solución puesto que es una posición
individual ante un problema colectivo. Pero sí que es útil y
necesario para aquellos que lo practicamos por razones éticas.
El vegetarianismo político, el “veganismo”, es un movimiento que
lucha por la liberación animal, y esto incluye, aunque a muchos no
les guste, la humana. La liberación del hombre como asalariado, de
la mujer como pieza del sistema patriarcal, y del queer como
elemento situado más allá de los patrones culturales de género,
sexo y sexualidad. Bien es cierto, que existe un veganismo liberal, que afirma que es una cuestión individual. Y el capitalismo bien
ha sabido hacer de ello un negocio (marcas industriales, tiendas, restaurantes de lujo, marcas de ropa caras). Sin embargo, esto es lo que
supone vivir bajo el capitalismo, que éste acaba asumiendo
movimientos claramente subversivos y los absorve. Eso ocurre con el
feminismo de Estado liberal, centrado exclusivamente en la ampliación
de derechos como “propiedad” y “sufragio” a las mujeres
(siempre blancas y de clase media, por supuesto); con el movimiento
LGTB institucional, que focalizó su lucha en conseguir el
matrimonio, olvidando las cuestiones esenciales como la presión de
género, el problema del VIH y el binomio hombre/mujer como
“realidad” absoluta incuestionable generadora de desigualdades.
Y esto ocurre también con el veganismo. La liberación animal no es
más que una lucha interseccional de un conjunto de opresiones que
buscan su liberación, pero prestando especial atención en los
animales puesto que son los “sin voz”, los que ni siquiera pueden
quejarse, manifestarse. Defenderse.
Es una labor política que,
aquellos que queremos construir un mundo nuevo, lo hagamos desde el
ejemplo: no se trata de evitar el transporte, no consumir ropa o no
tener teléfono movil. Se trata de ser consciente de las injusticias
que ello desemboca e informar a los demás, en la medida de nuestras
posibilidades. Tener teléfono móvil y comprar comida transgénica
barata (si tu poder adquisitivo es bajo) no es despreciable puesto
que no tienes otra opción. Pero, ¿seguir participando de esa
industria que tanto contamina al planeta, que tanta hambruna produce,
y que a tantos animales convierte en mera mercancia? ¿no es eso
totalmente prescindible por cada uno de nosotros? ¿a qué esperamos? ¿a qué esperan los marxistas? ¿y los anarquistas?
¡GO VEGAN, COÑO!
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